EN LOS MENORES DE 5 AÑOS EL RIESGO DE MORTALIDAD ES MAYOR. EL RETRASO EN EL DIAGNÓSTICO Y EL TRATAMIENTO INFLUYE DE FORMA DECISIVA EN EL PRONÓSTICO.
La señal de alarma se produjo el pasado 27 de mayo, cuando los padres llevaron al niño a Urgencias del Hospital de Olot. Allí, el primer médico que le atendió tenía dudas y consultó con otro de los pediatras de este centro catalán, Stephan Schneider.
Según señalaba en una entrevista a este periódico, «empezamos a pensar en lo más frecuente. En el caso de los niños, suelen ser las enfermedades víricas».
Los síntomas del menor podían indicar «mononucleosis y amigdalitis estreptocócica, que son muy comunes». Llevaba tres días con un cuadro de malestar general, cefalea, odinofagia (dolor al comer) y fiebre. Sin embargo, cuando Schneider comprobó que el menor no había sido vacunado contra la difteria, enseguida pensó en esta bacteria como posible diagnóstico. A partir de este momento, se transmitió la alerta a la Consejería de Sanidad catalana mientras la muestra del afectado se analizaba en Madrid.
En 48 horas se obtuvo la confirmación. Efectivamente, era difteria, una enfermedad que aunque está casi olvidada (no erradicada), ha dejado huella en la memoria histórica de este galeno. Su abuelo se vio afectado cuando era un niño y éste, a su vez, perdió a dos hermanas por la misma razón.
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